Sunday, April 5, 2009

Charly, Vicentico y los otros

Otro enlatado: de un mail para Matías del 5 de noviembre del 2006, después de ver un concierto de Charly García y Vicentico organizado por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile en el Estadio Nacional (sí, ese Estadio Nacional).

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De la primera parte no sé qué decirte porque estaba leyendo en la tribuna. Ganadores del último concurso de revelaciones en música joven. Recuerdo un verso horrible: "Hoyhé decidí dosalíra buscármis raíííííííííceeeeeeeeees". Finalmente, a eso de las 8:20 apareció el primer grupo. El sol no había acabado de bajar - no me imaginaba el frío que iba a llegar a hacer más tarde.

Tuertos en tierra de ciegos, Los Tres son unánimemente considerados la mejor banda local. Tocaron un poquito de blues, un poquito de rock and roll, un poquito de cueca. Sonaban muy fuerte, pero mal. El vocalista no se escuchaba. Al cabo de sus 60 minutos, dejaron el escenario vacío un buen rato para volver con un interminable bis de media hora. Y si volvés con guitarras acústicas, más vale que la gastes. Su gran capital es un público que los adora; que lo cuiden.

La mayor parte de la actuación de Los Tres la vi con principio de congelamiento. Probé de todo: ir al baño, entrar un rato a la galería donde venden sandwiches de pernil y volver a salir, ponerme unas cuantas gradas más abajo: nada funcionó. Culpa mía, estaba de remerita Hering y un buzo más bien finito. Finalmente me di cuenta de que si no bajaba a la cancha no iba a sobrevivir. Cuando Los Tres bajaron definitivamente del escenario, se abrieron las puertas de la cancha y pasé, a contramano de todos los que subían a comer algo en el intervalo.

Sentado en el fieltro que protegía el césped, y rodeado de humo de marihuana, el frío empezó a receder. Como todavía sentía un chiflete en la nuca, metí los brazos dentro del cuerpo del buzo como en un chaleco de fuerza y me até las mangas alrededor del cuello. En las pantallas, un documental pedorro contaba la historia de los últimos 100 años, hasta 1973.

El intervalo duró 40 minutos. Se sintió tan largo que Vicentico pidió disculpas después del tercer tema. Fue innecesario, creo: ya nadie conservaba el mal humor a esa altura. Los músicos que lo acompañan se tocan todo; él tiene el mismo timbre cálido, carisma y musicalidad que le conocemos de las grabaciones. Pasando por alto su débil intento de arengar a las masas -"ésta es nuestra forma de luchar contra ese tiburón que nos quiere sacar todo: bailando"- disfruté bastante con las metidas de dedo en el culo de los orgullosos universitarios chilenos, a quienes se dirigía invariablemente como "alumnos". Hizo un único bis, solito con su guitarra. La rompió.

30 minutos más de pausa, incluyendo otro tramo de documental (1973-1984), y estábamos con la orquesta cubana de salsa Los Van Van. Los Van Van tocan perfecto, en el sentido Las Vegas del término. Se dirigen al público como si fuera un atado de subnormales, de la categoría empresario cincuentón. La vocalista intentó excitarnos sexualmente, primero sacudiendo sus enormes tetas, y luego ofreciéndole a la cámara un primer plano de su culo realizando un asombroso movimiento vertical de coctelera eléctrica. No gustó. Mi sector los castigó con un masivo "Nooooo!" cuando anunciaron jubilosamente "Y seguimos...!". Mientras los músicos hacían cola para bajar del escenario, salió un dirigente de la FECH a anunciar: "Charly estará acá en 15 minutos". "Gracias por la paciencia", agregó. Pobres cubanos.

No era verdad. Hubo que esperar a Charly más de 15 minutos. Lo que sí duró 15 minutos fue el ensayo a telón cerrado, que se oía clarito. Después, un bajón de luz, un brevísimo silencio y una voz inconfundible: "Eshtán lishtaaaaaaaaaaaash?" No sé de música, pero digamos que por una hora logró transformarme en una oreja, y conmigo no es fácil. Curioso: después de escribir lo último, leo en una entrevista, buscando en Internet la letra de una balada inédita: "Al oído, por suerte para mí, nadie le da bola. Esa es una ventaja que yo tengo, y que quiero usar de la mejor manera, para avivar giles." Sin duda, está hablando de mí. Gracias, García. Este gil quiere escuchar más.

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